El cooperativismo es un movimiento social que tiene su origen en Europa durante el siglo XIX junto con otros movimientos sociales que cuestionaban la lógica de funcionamiento y la desigualdad generada por el sistema capitalista. Emparentado con otros movimientos surgidos de los sectores oprimidos, el cooperativismo se sustentó sobre la base de tradiciones comunales de socialización del trabajo y la producción y en los ideales de los y las pensadores/as llamados/as “Socialistas Utópicos”. Las ideas de cooperación y solidaridad cobraban fuerza a la luz de las necesidades de los sectores explotados por el sistema hegemónico. Se gestó así la forma cooperativa como camino para la transformación social.
Las primeras cooperativas surgieron en Inglaterra, Francia y Alemania como producto de las necesidades específicas de los sectores perjudicados por el avance de las relaciones sociales de producción capitalistas y simultáneamente al desarrollo del pensamiento revolucionario organizado en torno a las concepciones anarquistas y marxistas.
Por sus principios y sus métodos organizativos se reconoce como “pioneros” –si bien no constituyeron la primera cooperativa- a quienes organizaron “Los almacenes de Rochdale”. Desde sus orígenes establecieron un programa que combinaba teoría con reglas de funcionamiento expresadas en el Manifiesto Fundamental de los probos Pioneros de Rochdale.
Algunos de los conceptos básicos originarios del cooperativismo -que fueron evolucionando y reformándose a lo largo del tiempo pero manteniendo la esencia- son:
-La asociación libre y voluntaria que supone que la incorporación a una cooperativa no puede ser forzada al tiempo que ninguna persona puede ser discriminada por razones de género, raza, política o religión. La asociación es el resultado de problemas comunes a resolver de manera colectiva.
-La concepción de ayuda mutua como organizadora del trabajo individual y grupal.
-La idea de autogestión o autoadministración que estipula la autodeterminación de los asociados y la forma democrática de organización y dirección.
En el año 1995 la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) aprobó la Declaración sobre Identidad Cooperativa, en la cual se establece la siguiente definición:
“Una cooperativa es una asociación autónoma de personas unidas voluntariamente para satisfacer sus necesidades y aspiraciones comunes en materia económica, social y cultural mediante una empresa de propiedad conjunta y de gestión democrática”.
En Argentina, las primeras experiencias cooperativas están vinculadas al proceso de inmigración masiva de mediados del siglo XIX y principios del XX. Miles de personas en su mayoría de clase trabajadora y campesina, que escapaban de Europa por el hambre y las guerras, llegaron a estas tierras durante la etapa de consolidación del Estado Nacional, -proceso encabezado por la clase dominante argentina, conservadora y oligárquica-, trajeron consigo sus ideales y pusieron en práctica criterios organizativos de tipo cooperativo. Junto con la población local, los inmigrantes aportaron técnicas, métodos de trabajo y organización de la producción basados en tradiciones mutuales y formas solidarias. Se fueron formando organizaciones agrupadas por nacionalidad, religión, clase social, oficio o concepciones políticas.
En un primer momento, el cooperativismo era una opción más dentro de un conjunto de concepciones ideológicas que se enfrentaban al incipiente modelo agroexportador, a la clase dominante y al Estado oligárquico. Ideológicamente, estuvo vinculado al pensamiento de socialistas utópicos: fue Alejo Peyret, uno de los primeros en traer estas ideas desde su país de origen, Francia.
En relación con las ramas de actividad, las primeras cooperativas, desarrolladas fundamentalmente en sectores urbanos, fueron las de consumo. La referencia más antigua se desarrolló en Paraná (Entre Ríos) en 1857, la Asociación Panadería del Pueblo. En la ciudad de Buenos Aires se crearon cooperativas de consumo de alimentos y bebidas a fines del siglo XIX ligadas a inmigrantes de origen inglés, francés y alemán.
Estas experiencias confluyeron en 1905 con la creación de El Hogar Obrero, entidad fundada, entre otras personas, por Juan B. Justo y vinculada al Partido Socialista, en un principio como cooperativa de ahorro y crédito para la construcción. El Hogar Obrero promovió el desarrollo de cooperativas de consumo en todo el país.
En el sector rural, podemos mencionar entre las precursoras a El Progreso Agrícola de Pigüé, cooperativa de seguros agrarios fundada en 1898, que aún perdura. La primera cooperativa estrictamente agropecuaria fue la Sociedad Agrícola Israelita Argentina, ubicada en la localidad entrerriana de Basavilbaso, creada en 1900 por un grupo de colonos de origen judío traído al país por la Jewish Colonization Association (JCA).
Hacia las primeras décadas del siglo XX las cooperativas agrícolas se habían multiplicado por todo el territorio nacional, aunque se enfrentaban a las trabas que les imponían las empresas acopiadoras y comercializadoras, sin marco legal que las amparara. Estas cooperativas tienen origen en la acción de un grupo de dirigentes comunitarios de las colonias judías generalmente vinculados a distintas corrientes ideológicas de izquierda. Además de constituir una forma solidaria de organizar la economía de las comunidades, las cooperativas eran centros de encuentro, de unión, de discusión, de esparcimiento y de actividad social y cultural.
Otra rama pionera fue la del cooperativismo de crédito, con algunas experiencias en las décadas del 60 y 70 del siglo XIX que confluyeron, a principios del siglo XX en la conformación de distintos tipos: bancos populares, cajas rurales, cajas regionales de préstamos y ahorro, y cajas de crédito. La primera entidad cooperativa de crédito fue el Banco Popular Argentino, creado en Buenos Aires en 1887 según el modelo de Bancos Populares difundido en Italia.
Asimismo, las cajas de crédito datan de principios de siglo XX y en su origen estaban ligadas a la colectividad judía ashkenazi. Muchas surgidas a partir de los farein –del idish, asociaciones de inmigrantes de origen judío organizadas por su origen territorial y encargadas de recibir y ayudar a quienes llegaban-, se propagaron por el litoral y Buenos Aires.
En sus inicios, una distinción del cooperativismo de crédito respecto de otras asociaciones de ayuda mutua fue su sesgo anticapitalista ya que sus miembros adherían a distintas formas del pensamiento solidario, socialista, humanista y revolucionario.
A principios del siglo XX se iniciaron los primeros intentos de reunión entre distintas entidades. En 1913 se organizó un encuentro en Entre Ríos cuyos objetivos estaban ligados a compartir experiencias, cotejar la organización por los distintos estatutos, y realizar actividades comerciales conjuntas.
En marzo de 1919, con la organización de El Hogar Obrero, se desarrolló la primera Conferencia de Cooperativas, en donde se impulsó la organización de un Congreso Nacional. En octubre de ese año se realizó el Primer Congreso Argentino de la Cooperación convocado por el Museo Social Argentino.
Una de las discusiones que se desarrolló en esos años fue la relativa a la regulación estatal. Había posiciones diversas que se expresaron en distintos congresos provinciales y nacionales de cooperativas. Acerca del rol del Estado había posiciones que suponían que la intervención o regulación estatal significaban un control y un límite a la autonomía y autogestión cooperativa, mientras que otras sostenían que era necesario crear una ley que regulara el funcionamiento y que estipulara los marcos conceptuales para establecer cuáles eran los requisitos y principios que debían sostener las organizaciones para conformar una cooperativa.
El primer proyecto de ley general de cooperativas fue elaborado por Juan B. Justo en 1915, quien presentó un segundo proyecto en 1921. Luego de varios intentos se aprobó el proyecto del senador socialista Mario Bravo por el cual se sancionó la ley 11.388 sobre “Régimen legal de las Sociedades Cooperativas”. Esta ley reguló a las entidades cooperativas hasta 1973, año en el que se sancionó la ley 20.337 vigente en la actualidad.
Las cooperativas eléctricas tienen su nacimiento también en un momento temprano con la fundación de la cooperativa de Punta Alta en 1926. Esta rama surgió como reacción popular contra las injusticias de las empresas monopólicas privadas que suministraban dicho servicio. La positiva experiencia de Punta Alta sirvió como modelo y estímulo para la fundación de numerosas entidades similares. En 1938 se celebró el Primer Congreso Argentino de Cooperativas Eléctricas, al que asistieron delegados de cooperativas de Salta, San Juan, Córdoba, Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires, Chaco, Neuquén, Río Negro y La Pampa, a cuya iniciativa se debe la creación en 1939 de la Federación Argentina de Cooperativas Eléctricas.
El Cooperativismo tambero tiene sus orígenes en Santa Fe a comienzos siglo XX. En 1928 muchas de esas cooperativas se unieron para industrializar su materia en San Carlos, conformando la primera cooperativa de segundo grado de toda América Latina. En 1938 en Sunchales se realizó la asamblea constitutiva de Cooperativas Unidas Ltda. Fabrica de Manteca (en la actualidad, SanCor), con presencia de delegados de 11 cooperativas. Asimismo, en 1943, a partir de la unión de 12 cooperativas, se creó Sociedad de Cooperativas "Fábrica de Manteca" -que posteriormente tomará la denominación Manfrey Cooperativa Ltda.- en la Localidad de Freyre, Córdoba.
El cooperativismo de trabajo en la actualidad es la rama más numerosa de Argentina y también tiene sus orígenes hace más de 90 años. La primera cooperativa de esta rama, "La Edilicia, Cooperativa de Construcciones Ltda.” comenzó a funcionar en 1928, en la localidad de Pergamino, provincia de Buenos Aires. A partir de ahí el desarrollo de estas cooperativas es constante y sostenido, estando integradas por quienes real y efectivamente prestan sus servicios personales. En 1954 se creó ACTRA con el objetivo de nuclear a las cooperativas de segundo y primer grado de Argentina. A fines del siglo XX y principios del siglo XXI las cooperativas de trabajo fueron el formato natural de las empresas recuperadas por sus trabajadores y trabajadoras, luego de ser abandonadas por sus dueños/as que las habían llevado a la quiebra.
En la actualidad, el cooperativismo cumple un rol central para la vida de millones de personas, en Argentina como en el mundo. En este contexto de crisis económica, ecológica, social, en donde se profundizan los estragos que producen la desigualdad y la explotación, las cooperativas, junto con otras organizaciones de la economía social, son espacios de lucha por la supervivencia pero también de encuentro y de solidaridad.
Desde este equipo de trabajo se consolida la confianza y el enorme sentido que encontramos en la construcción del Archivo, pensado como herramienta al servicio del desarrollo y funcionamiento de las entidades cooperativas; para preservar la memoria colectiva y aprender de errores y aciertos, y, también, para incentivar el desarrollo de trabajos historiográficos que sigan produciendo conocimiento.